viernes, 25 de diciembre de 2009

damian galateo


La historia más bella del mundo


Jaime era un perro que quería ser un gato. Todos los días intentaba llegar hasta la medianera que separaba su casa de la del vecino. Daba unos saltos suspendiéndose en el aire por unos segundos pero seguía lejos de la altura de la pared. Con sus ojos marrones miraba el mundo desde el suelo maravillado por aquellos animales que podían desprenderse de la tierra y aunque no le hubiese disgustado ser un pájaro o un avión, estaba seguro que su destino era el de un gato. Sus hermanos perros se reían con sus vozarrones de aquellos intentos en vano. Jaime amaba la leche pese a vomitarla, pese a que su dueño casi nunca le diese. Cada vez que un gato se acercaba o caminaba haciendo equilibrio por las paredes él no les ladraba ni intentaba morderles. Miraba con cara de atontado admirando a esos seres pasivos y libres. Su único amigo era Reinaldo, un pez con el cual se comunicaba telepáticamente. Ambos sabían sus íntimos secretos. Fue el mismo Reinaldo que le deseaba lo mejor en su intento por convertirse en gato. No le importaba al pez que al lograrlo se volviese posible comida para su mejor amigo. –Los amigos se comen entre si- decía entre burbujas el pececito.
Aunque el barrio animal comentaba entre ellos la ocurrencia de Jaime, acusándolo de ir en contra del dios animal, Jaime se llevaba bien con todos.
Un día su deseo fue tan fuerte que al dejar el amo por un descuido la puerta de la calle abierta Jaime corrió hacia la calle escapándose con la idea de volver convertido en un gato.
Pero ni bien cruzó la calle un camión con destino al puerto lo aplastó contra el piso.
Estuvo internado por dos semanas hasta que finalmente murió.
Los animales comentaron la desgracia como si fuera una obra divina. Como si el camión hubiese sido conducido por el amo de los animales para enseñanza del barrio que cada día comprendía más el deseo de Jaime. La pecera de Reinaldo se llenó de agua. Su dueño nunca comprendió por qué.

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