martes, 9 de junio de 2009

Damian Galateo

Eche, más leña al fuego


Lo más probable es que el universo tal como lo conocemos, con sus planetas, plantas y morfemas, formen parte de un solo hombre, y ese hombre se relacione con pares y mujeres que también tengan un universo adentro. Pero aquí no se trata de plurales sino de uno. Uno es Ezequiel. Eche, para los amigos.
Se levantó con la extraña esperanza de sacar un diez cuando ni siquiera se podía sacar un cuatro. Con los ojos englobados por las cervezas del anochecer, escribió, como pudo, un mensaje de texto a Carla. Ella no respondía mensajes de textos, pero los leía. Era suficiente.
La última en salir fue su madre. Eche atravesó el corredor. El olor de la libertad se mezclaba con la soledad de la casa. Por la ventana de vitreaux vió el mundo derretirse en cálidos colores. Qué ganas de quedarse, semidesnudo, prender un cigarrillo, esperar. Pero el mediodía traería a su hermana, la merienda a su madre y la noche al abuelo. Mejor huir.
Salió a la calle. Las hojas de los árboles se quemaban como papel. Un diciembre tenebroso. Estoy hasta las manos, se dijo, se pensó. Siete materias y dos previas, era mucho.
Por las vías caminando prendió, con un fósforo, el pucho. Se acercó al andén y los cantos rodados se le aparecieron como dulces. Dejó varios, con matemático cuidado, en las vigas, esperando un milagro.
La casona había sido remodelada para adecuarse a las normas de un establecimiento educacional. Carla lo esperaba en la esquina, sentada entre la sombra de un árbol y las rejas verdes que cortaban el cauce del sol. Había previsto un acercamiento seguro, un deslizarse entre sus piernas hasta acomodarse al lado suyo. Muy por el contrario, se tropezó justo delante de ella y sólo pudo menguar la vergüenza con una bronca excesiva. Carla ni se rió. No le causaban gracia esas cosas. Hablaron sobre el mensajito de la mañana. Los dos parecían de acuerdo. Algunos alumnos apuraban el paso, otros corrían a locas por llegar a horario. Una sonrisa se cruzó por la boca azucarada de Carla.
Se pararon. Avanzaron a paso lento. Ella abrió su carpeta y le mostró la conjugación completa del verbo partir. Eche sólo tomó nota de las deformaciones, de cómo se modifican con el tiempo.
A medida que se acercaban a la entrada, las corridas eran cada vez más alocadas y extenuantes. Carla se adelantó unos pasos, Nacho la esperaba apoyado en la puerta. Al verla de atrás, Eche, inmortalizó ese momento. Lo fijó. Redondez de manzana, firmeza de roca. Pensó en partir.
Aunque no quisiera, debía aguantar la clase, el mensaje había sido claro. Luego vendría la recompensa.
Cuando Carla se sostuvo en los hombros de Nacho, elevándose, rozando sus bocas, Eche no pudo con su furia y corrió hacia ellos como un director de cine interrumpiendo la escena.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es celente damian! canta mucho.

Alejandro

Anónimo dijo...

sigue el cuento o no?
se queda ahí

decime


chico cauque.

tazelaar dijo...

dami, no puedo ubicarlos y tengo novedades de la sala.
1554701188.
abrazo ezequiel kosovo

Editor IPC dijo...

Canal maravilhoso!Otima Pascoa!

isaias